miércoles, 22 de noviembre de 2006

A manera de introducción

Al fin puedo usar la tecnología blogera, que a veces, como en este caso, nos llega gratis por puros motivos comerciales, para publicar fuera de mi país lo que en aquel fueron sólo comentarios al viento. Teorías que me fueron naciendo, en el intento de entender nuestra historia, tan diferente al resto, porque Cuba es, para nuestro pesar, y por obra y gracia de la Revolución de 1959, el país de los records y las extrañezas, sin apenas punto de contacto con la realidad latinoamericana, para sólo mencionar el contexto cultural más cercano. Pero esto no es tema de la introducción, volveré a ello más adelante, y me excuso por la temprana digresión.
Pues lo que iba tratando de expresar es mi agrado por poder contar con un medio que me permita difundir mis ideas-al menos potencialmente-a otros compatriotas o simples interesados en el fenómeno cubano contemporáneo. No soy historiador, no tengo grados académicos en carreras humanísticas( que es el tipo de currículum que uno espera en alguien que escriba de estos temas), pero sí una profunda experiencia de cincuenta años, casi todos vividos en aquel régimen, que me convierten, al menos a mi modo de ver, no en cubanólogo, pero sí en experto en temas cubanos; no en especialista, pero sí en conocedor de primera mano, forjado en la dolorosa universidad de la vida diaria, y especializado por el sufrimiento de tantos años, de vivir en aquel país(evento que no se escoge), y en aquel sistema, que vino a ser el funesto resultado de nuestras debilidades democráticas.
La Revolución Cubana de 1959, al momento de su triunfo, era débil como un pequeño riachuelo que se alimentó y nació en la fuente de la falta de cultura democrática que cargamos en nuestras raíces hispanas, y que entre otras cosas, se refleja en la tendencia a no esperar nada de las instituciones, y sin embargo, apostarlo todo a los caudillos redentores. Surgió uno, nefasto personaje egocéntrico, que como dios de los truenos y las aguas, se levantó sobre el país, clamando por poderes, bajo promesa de librarnos de las miserias, actuales y futuras, materiales y espirituales. Nosotros se los concedimos uno a uno: hoy el derecho a gobernar sin ser elegido, mañana la maravilla de dirigir sin oposición ni prensa libre, pasado la locura de decidir sobre nuestros pensamientos. El los utilizó (los poderes) profusamente, y en pocos años ya la revolución era un torrente imparable dirigido por un dios unipersonal. Para los que estábamos dentro de ese fenómeno, dejarse llevar por la corriente y sobrevivir era ya una hazaña; nadar contra ella resultaba suicida, y sólo unos pocos afortunados lograron arrimarse a la orilla y escapar. Y por supuesto, no faltaron los que se las agenciaron para pescar y sacar provecho en el río revuelto.
Este espacio es obra de uno que se dejó llevar por muchísimos años, para llegar a la orilla, casi en la ancianidad, y escapar de aquel turbulento sistema. Lo que me propongo escribir es mi verdad, que en resumidas cuentas me llevó a coincidir con el famoso aforismo de Sir Winston Churchil: "Democracy is absurd, but all other systems are worse."
Y aunque no conozco prueba histórica de que escrito alguno haya modificado el rumbo de procesos sociales, mi interna esperanza es hacer llegar a mis compatriotas la convicción de que el caudillismo, en cualquiera de sus formas, es nefasto, y no debía ser nunca una opción de futuro para un país.

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